jueves, 21 de mayo de 2015



Si hablara de alguien, lo haría de ti y si escribiera poesía, plegaria el folio y  lo escondería en tu pupitre; sin dejar sospechas.
Si me tocara describirte, no sé muy bien por dónde empezaría.
Tal vez me volvería a perder en tu sonrisa enigmática, no alejada de la de la Gioconda o quizás en tus pies descalzos que no tienen desperdicio, aún con sus fisuras recónditas.
Si hablara de tu personalidad única, comenzaría por tus monólogos predominantes por la oratoria, facultad que hoy apenas ciertos políticos podrían igualar, y digo monólogos porque sufro anomia cuando me hablas y palidezco de vergüenza cuando me miras con la fuerza de esos ojos tuyos que en ocasiones parece que queman.
Si prosiguiera por el camino de tus rasgos distintivos hablaría de la frescura de tu risa, si me permites decir incomparable con la de cualquier río del norte de España o la de cualquier fiordo noruego, adentrándonos en términos geográficos; pero es que para términos geográficos los de tu cuerpo, dónde me perdería cada martes a la madrugada, sobretodo si se tratara de martes 13.
Y si sigo comparándote con ríos, lo haría con el Guadiana, porque eres único en eso de jugar al escondite, haciéndome buscarte entre las sábanas desde la madrugada hasta el anochecer.
Y cabe decir que en ciertos momentos me sentí una navegante inepta buscando a su Poseidón, sin darme cuenta de que cuánto más se busca, menos se encuentra y es que mientras yo estaba cegada por otros pequeños dioses del Olimpo, tú ya estabas en este paradero llamado vida, dispuesto a quererme.
Pero gracias a los años y las experiencias me conseguí quitar el barro de los ojos y ahora estoy dispuesta a luchar por ti.   

sábado, 16 de mayo de 2015

       

Querido tú:
                                   
No sé si alguna vez has experimentado esa sensación en la que la sangre te corre por las venas y la gasolina te come todo el cuerpo, si alguna vez has estado enamorado y si ello te ha aniquilado.
 Igual lo máximo que puedes saber de esto es por ese par de canciones románticas que escuchaste aquel día en que ni los pájaros alzaron el vuelo, creyendo que el 2012 o ese final metáforico del mundo había perdurado, acabando con esas ansias de comernos las ganas.
Pero hoy de lo único que tengo hambre es de ti. Los únicos misterios que quiero descubrir son los de tu cuerpo, los de Agatha Christie ya se me antojan algo clásicos. Y lo único que querría transitar en este instante serían tus ojos vidriosos que esconden un marrón acaramelado que hasta el mismo Apolo podría envidiar. Dejemos a Willy Fog en el olvido y naveguemos por la suavidad de tu piel y el registro de tus costillas. 
Tampoco puedo evitar hablar de tus hoyuelos que me llevan a un sinfín de metáforas o de desfases literarios. Y ya sabes que si escribo sobre ti no me detengo ni yo, ni la pluma, que aún te tiene más idolatrada que yo. 
Nosotros no necesitamos de un París, ni de una Venecia; nos conformarmos con una pequeña provincia de España porque somos de los que piensan que no importa dónde estemos pero si con quién.
Y lo que me sigue resultando algo irónico es que hasta hace unos meses desconocía de tu existencia y hoy tu ausencia se me torna de lo más violenta. Creo que no ha habido persona que me haya llegado a conocer como lo has hecho tú, habiendo descubierto hasta ese pequeño lunar escondido en el lateral derecho de mi espalda y mi personalidad se ha hecho tuya en la medida de unos 90 días contados, como diría uno de mis autores más apreciados en este momento, Marwan.
Y es que tenemos los días contados, pero ¿sabes?  lo mejor de todo es que creo que esto le da algo de morbo a nuestra relación, que todo en la vida tiene fecha de caducidad y que si no nos seguimos queriendo estando juntos, ten fe de que yo lo seguiré haciendo en secreto: cuando nos separemos.