miércoles, 14 de diciembre de 2016

La rareza del querer

Querido tú: Gracias.

Gracias por cogerme de la mano sin saber a dónde te llevaría.
Por recogerme en pedazos y reconocer que buena parte de ellos no podrías reconstruirlos.

Por hacer mi dolor, tuyo.
Por quererme como lo haces.
Por permitirme crecer a tu lado, crecer juntos.
Por tu intentar mejorarme sin cambiarme.
Por evaporar parte de mis miedos.
Por regalarme la frescura de tu risa por teléfono a las tantas de la madrugada o por dejar que me la imagine siempre que no estás.
Por la intensidad de tu mirada y por atraparme entre tus pestañas.
Por ponerme tan nerviosa como lo haces y aun así suspirar por que sigas haciéndolo únicamente porque proviene de ti.
Por no aceptar que te quieran y así tener que demostrártelo cada día puesto que eso es el querer: más actos que palabras.
Por lo que dices y por lo que calla tu vergüenza. Por tu pretender saberlo todo y dejarme boquiabierta mientras se te dibuja esa media sonrisa de satisfacción.
Por tus lunares infinitos y por es media luna que dibujan tus labios cuando te hago cosquillas a la vida.
Por la rareza de tus pies y por el frío que dejan cuando te marchas de la cama.
Por ser tan grande y no querer verlo, por ser tal como eres.
No sabría describirte mejor que cómo lo hacen mis ojos por todo el tiempo que llevas reflejado en ellos.
Y por último gracias porque estoy viviendo el verano más largo de toda mi vida.